domingo, 6 de septiembre de 2009

POLITICA



URIBE Y CHAVEZ

La disputa diplomática entre Colombia y Venezuela por la captura del narcoterrorista Rodrigo Granda pone de relieve una de esas verdades sabidas pero que nadie proclama: el asilo proporcionado por el régimen chavista a los movimientos terroristas de la región.
Dichos movimientos tienen como finalidad destruir las instituciones democráticas e imponer dictaduras populistas disfrazadas con los ropajes de la democracia. Ahí está la esencia del conflicto entre Chávez y Uribe, y no en discusiones estériles sobre si se produjo o no una violación de la soberanía venezolana por parte de las fuerzas de seguridad colombianas. El apresamiento del dirigente de las FARC ha desenmascarado al “gorila rojo”, esto es, a Chávez, convertido desde hace años en un instrumento de desestabilización de las todavía frágiles democracias andinas. Desde esta óptica, el régimen chavista tiene todos los rasgos para ser incluido en el denominado "eje del mal" dibujado por la Administración republicana.
De entrada, el chavismo cuenta en sus filas con un buen número de personas muy cercanas a las FARC, entre ellas el canciller venezolano. Es vox populi que el presidente de Venezuela se declaró neutral en la lucha que sostiene el Gobierno legítimo y democrático de Colombia con una guerrilla, financiada por el narcotráfico, cuya finalidad consiste en imponer una dictadura similar a la de los jémeres rojos en la Camboya de los años 70. Con ser inaceptable esa posición, la realidad es mucho más grave: Venezuela ha dado cobertura, al menos física, a la narcoguerrilla y a individuos vinculados a otros grupos terroristas internacionales, como el IRA o ETA, por citar sólo dos ejemplos. Al mismo tiempo, es un hecho patente el apoyo de Chávez a la insurgencia antisistema de corte izquierdo-indigenista en el resto de los países del Cono Sur, en especial en Bolivia, el Ecuador y en Perú.
Venezuela se encamina con paso firme hacia la construcción de un Estado totalitario en el cual las aparentes formas democráticas encubren un vaciamiento real de su contenido. El Estado de Derecho no existe, la violencia física contra la oposición es carta común, la libertad de expresión está amordazada y el resto de los derechos individuales están severamente constreñidos. Es cierto que Hugo Chávez ganó unas elecciones y también un referéndum destinado a revocarle, pero también lo es que procedimientos similares fueron utilizados por otros, por ejemplo los nazis, para alcanzar el poder y después destruir la democracia. El actual régimen venezolano tiene los rasgos típicos de la “democracia totalitaria” definida por Talmon o del cesarismo plebicitario formulado por la teoría política. La democracia no es sólo un procedimiento para decidir quien gobierna, sino un conjunto de normas y reglas dirigidas a evitar el abuso del poder y garantizar la alternancia. En Venezuela no hay nada parecido.

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